martes, 5 de junio de 2018

Gambia en moto 2016


Son sensaciones y sentimientos contrapuestos. En esta ocasión la alegría y la ilusión por partir de nuevo, chocan con el sentimiento de dejar lo que yo más quiero en casa. Este viaje, lo haré con otra persona que no será Rut y os puedo asegurar que si me embarco en esta aventura es porque ella siempre vio en mi, las ganas de viajar a África a bordo de mi motocicleta. Cuantas veces, en esas solitarias carreteras del Sahara, nos adelantaban individuos anónimos pertrechados con mil cachivaches y camino de nuestro Sur? Totalmente sensibles al viento, al Harmattan, totalmente expuestos a todo y a bordo de esas dos ruedas que lo significan todo. 

En alguna ocasión, en alguna frontera o en alguna embajada, coincidíamos con alguno de ellos. Eran personajes con otra mirada. Una mirada cansada, llena de vida, curtida diría yo. Siempre he pensado que si circular por estas carreteras vigiladas por el diablo era peligroso, encima de algo tan sensible a una brizna de viento, debía de ser lo todavía más. No se, quizás el siempre haber visto al personaje motero como un verdadero aventurero o quizás el tenerlo en los genes sin yo saberlo o las imágenes de verdaderos monstruos del manillar a bordo de auténticas máquinas de romper huesos, hacía que yo siempre quisiese realizar ese viaje soñado, una añoranza a algo desconocido, sentirme un verdadero aventurero o por lo menos parecerme a alguno de esos individuos que he encontrado en estos años de aventurillas africanas.

Mi mujer siempre dice que cuando vengo de hacer algo intenso con la moto, mi mirada es otra, dice que irradio alegría, siempre dice: .... "hoy te lo has pasado bien eh??".

Y resulta que llego la oportunidad de poder hacer realidad mi sueño, o más bien a alguien en mi misma situación, se le ocurrió buscar a otro soñador que lo acompañase. Encontré el anuncio en un foro de viajeros por África. Decía algo así como que busco a alguien que me acompañe en un viaje a Dakar y en moto. Delante de mis narices, tenía la manera de poder llevar a cabo mi sueño, un viaje que, seguramente por miedos, nunca me atreví a realizarlo en solitario. Hable con Ruben, el ideólogo de toda la historia y en un primer momento no lo vi claro. Dejar a Rut un mes entero no me apetecía nada, y así se lo hice saber a Rubén. 

Fueron pasando los días, las semanas y algún mes, siempre mirando el anuncio por si lo retiraba o por si escribía que ya tenía un compañero fiel y leal que lo acompañase. Ese hueco me pertenecía y todavía no era consciente de ello. Lo hablaba con Rut casi cada semana, y ella no hacía más que animarme y empujarme a realizar mi sueño. 

Mañana empezará el viaje, la preparación ya dio ayer sus últimos coletazos. La moto ya está lista, el equipaje preparado y si os he de ser franco, estoy como fuera de toda esta historia, desubicado. Conozco el motivo. Es un sueño, mi sueño, y no poder compartirlo con ella me rompe el corazón en mil pedazos. Aunque el viaje este repleto de aventuras, de descubrimientos, de vivencias, de idas y venidas, aunque acabe pensando que yo soy uno de esos individuos anónimos que se patean África a lomos de una moto, no dejaré ni un solo día de pensar en que ella tenía que estar detrás mio, agarrada a mi cintura como tantas otras veces. 

Hoy, cuando le he dicho que quería volver a escribir, que hablaría con vosotros para poder hacer aquí la crónica, ha sonreído y me ha dicho ..... no pares nunca de escribir, será mi manera de tenerte aquí y de explicármelo.





El viaje ha empezado y de la mejor manera, con cosas que explicar. Yo por poco no pierdo el ferry por causas meteorológicas, una granizada dejó la carretera impracticable durante unas horas  y a Ruben, una batería agotada le ha hecho sudar un poco. Ha sido todo un poco inestremis, con los meses que llevábamos preparando el viaje y en el último momento casi nos veíamos en Almería tomando el ferry. Cosas del guionista, dicen ahora.

La travesía en ferry esta siendo relajada, a ratos hablamos, y a ratos callamos. Todavía somos bastante desconocidos. Imagino que poco a poco la confianza irá labrando su camino. Yo es la primera vez que hago un viaje tan largo con un casi desconocido y nunca fue mi fuerte establecer vínculo ni tema.

Ambos estamos ansiosos por llegar a Tanger y conectar por fin con su viaje. Ser consciente de que delante o detrás tienes a tu compañero pero con ganas de montarte tu viaje sobre tu montura, tener tus pensamientos, tener tus sensaciones y en tu silencio, saborearlo todo.

La mayoría de los que están a bordo son Marroquís que van y vienen, con sus furgonetas cargadas hasta límites inimaginables y vulnerando las leyes de la física. También numerosos franceses que pertrechados con Toyotas cargados de mil y un accesorios se van a invadir el país vecino y algún otro mucho más humilde y discreto que seguro que acabará haciendo la mejor hazaña.

.Viajeros en moto, solo están estos dos Españoles con cara de felicidad y ingenuidad con pose de tipos duros y que a ratos saben donde se meten y por momentos desconocen donde van. Es el dragón del miedo, un miedo que compartido se hace muy pequeño. Como sería este viaje en solitario?

Hace un rato hemos pasado cerca de la costa de Valencia y durante una media hora hemos tenido señal de internet y
aunque llevemos muy pocas horas alejados de familia, amigos y amor, el hecho de recibir whassaps de todos ellos pidiendo tener cuidado, deseándote un buen viaje y diciéndote que te hecha de menos, a sido un arrancador de sonrisas, un no estoy contigo pero voy donde tu vallas. Bendita tecnología que todo lo relativiza y lo hace más sencillo.

Ya hemos quemado la primera etapa. Las últimas millas de travesía han sido espectaculares. Disfrutamos viendo al sol zambullirse en el agua con la espectacularidad de su tenue luz.

Ya esta mañana, África nos ha dado un frio abrazo. Creíamos que nos envolvería con su calidez natural y una niebla densa y marina nos ha calado hasta el fondo. Las capas olvidadas en el fondo de las alforjas han vuelto a ver la luz.

Siempre, la llegada del ferry al puerto, era una frenética carrera por salir del cascarón de hierro y esta vez, el ir en moto, nos ha facilitado encontrar a los gendarmes relajados y amables. Ha sido una entrada sencilla y grata.

La travesía hasta Mohamedia no ha tenido nada de especial. Ha sido nuestra primera toma de contacto con lo negro y con su relativa seguridad. Es relativamente fácil perderte en tus pensamientos o en tu canción favorita y despertar en un carril que no te corresponde y aquí cualquier despite, empieza a costar un precio.

Ahora mismo, ya disfrutamos del azucarado te con menta en un privilegiado balcón al Atlántico y charrando con un Polaco que viaja a lomos de una África Twin. Otro aventurero.

La complicidad buscada y necesaria, parece que está empezando a aflorar. Hay comunión en la manera de hacer y de continuar y sobretodo más naturalidad. Empezamos a entender el propósito de cada uno con su propio viaje.

Seguimos rumbo Sur. Mañana nos espera Agadir. Será otra etapa anodina de autopista pero ya la última. Cambiaremos la ancha franja negra por la linea infinita que incansable nos irá transportando hacia Mauritania. Llevamos el ritmo correcto.







El viaje ya ha cogido su inercia, ya tiene su ritmo, su tiempo, ya es imparable. Han sido muchísimas horas de moto y muchos los kilómetros. Se esta modelando un buen equipo. No vamos a destiempo. Mismo ritmo, y sin orgullos ni fanfarronadas, estamos aprendiendo el uno del otro.

Hoy he aprendido que la arena era y es un medio desconocido. Solo he necesitado media hora para darme un chapuzón de humildad y darme cuenta que puede ser una empresa seria y de dudoso éxito meterse sin contemplaciones a hacer "bailar" la moto sobre la arena.

Como siempre, a Marruecos ya se la empieza a hechar de menos, los olores y colores del Sur ya se empiezan a apoderar de la ruta, el Sahara ya ha llamado a nuestros sentidos y se ha descubierto de la inmensa manera que siempre lo hace, con sus bastas y infinitas extensiones, con su ocre color, con su infinito azul, y ese viento que todo lo limpia y envuelve.

Yo he descubierto otro viaje y una manera mucho más auténtica de descubrir este continente. Es salvaje, es sublime, todo se multiplica cuando viajas en una motocicleta, el contacto con las gentes es más directo y la sensación de disfrutar de lo que haces es única. No hay nada comparable. Es intensidad en estado vivo.

Ayer partimos de Mohamedia y hoy hemos terminado en Tan tan plage, ha sido como atravesar dos mundos, y como recibir paulatinamente el Marruecos más profundo. Mañana tenemos un plan, nuestra intención es llegar a Layounne, ya en el Sahara propiamente dicho, a través de una playa. Tenemos unas coordenadas de GPS que indican la entrada y salida de la playa, y en total serían unos 60 km de surcar el mar con nuestras motos o por lo menos imaginarlo. Rozar las olas y no abandonar nunca la oscuridad de la arena, ese pensamos que es el reto.

Nos sentimos fuertes y capaces de todo. Bromeamos haciendo vídeos y cambiando la cámara de casco para hacer las mejores tomas, intentamos emular a esos moteros que se ganan la vida viajando y casi consiguiendo vivir de ello. Es fácil sentirse feliz y muy difícil transmitirla en palabras.

Me preguntasteis que como se puede llevar tu vida de un mes en una moto. yo, lo que he hecho a sido pensar en lo que más miedo me da del viaje y amortiguar ese pavor, poniéndole remedio en lo posible. Mis miedos son sobretodo una posible avería o que Rubén o yo nos hagamos daño y en eso se ha basado el trabajo de cargar las alforjas. La comida, el agua, la gasolina nunca faltará. Si te marcas un hito lejano y cercano a la aventura, pensar muy bien que necesitarás y si serás capaz de realizarlo, teniendo muy muy muy en cuenta que no estas en el descampado de detrás de casa y sobretodo..... disfrutarlo.






 El día de ayer nos dejó a los dos sin pensamiento. El pequeño reto era entrar en la playa y circular hasta el horizonte esquivando el agua de las olas y no morir enterrados en la arena. La linea de éxito es ancha, segura y con margen para equivocarte, pero así como el agua te avisa claramente que a ella no puedes acercarte, la arena es traidora y aterradora. 

Como en todo lo que se experimenta por primera vez, el ser humano tiende rápidamente a asimilarlo y empezar a verlo con falta de respeto o con exceso de confianza. No hay que olvidar donde estamos. Por los interfonos decidimos dejar clara la velocidad y nuestro trabajo nos cuesta mantener la razón.

Son 60km donde tienes tiempo de todo, de hacerte un buen álbum familiar, de parar a contemplar cosas que ni imaginabas, de ponerte de pie sobre las estriberas y sentir el aire como entra con fuerza y soñar, En la mente se acumulan imágenes y secuencias que ya no te dejarán.

La parte negativa y desconocido por ambos fue el encuentro con la realidad de esta parte del Sahara. Siempre circulas por el asfalto, desconectado, sin saber que hay otros mundos desconocidos, invisibles y cercanos. Este fue nuestro caso. Descubrir que en las playas de este maravilloso rincón de mundo, hay poblados de gente que recogen, cuando el Atlántico marcha en su éxodo diario, lo que este les proporciona. Toneladas y toneladas de una materia marrón, unas algas que no pueden seguir el curso regresivo del océano y quedan baradas en la orilla.

Mujeres, hombres y niños, vestidos con auténticos arapos grises,marrones,negros y oscuros se lanzan a quebrarse la espalda para recoger el vegetal marino. Es sobrecogedor y demoledor. Se nos rompió el alma y en cierta manera nos quedó grabado que somos unos invitados a un lugar que se tiene que respetar y no pasearse por el airoso y lustrante sino más bien discreto y pequeño.

Todo esta yendo maravillosamente bien. La complicidad ya se ha asentado del todo y la naturalidad ha ocupado su lugar. Ayer pensé en una frase que leí un día y durante tiempo le estuve dando la razón, una frase que dice que un viaje no es un viaje sino pasan cosas malas.... una tontería como un templo.

Para mi, acabar ayer con lágrimas en los ojos y fundiéndome en un abrazo a un cada vez menos desconocido, no tiene valor. Descubrirte, descubrirlo y conocer lugares nuevos, eso es un viaje

Perdida es la mirada cuando observas la magnitud de estas tierras. Solo hace falta parar un segundo para ver el inmenso mundo que te rodea aquí en esta tierra. Entre Daklha y Guerguerat es donde creo que el Sahara cobra todavía más fuerza. Las brumas marinas han dejado paso a un cielo limpio, estéril. Las nubes marcan nuestro rumbo. Son barridas por el viento proveniente del Norte y como brújulas nos indican donde esta nuestro amado Sur.

La tierra ocre ha pasado a ser blanca con tonalidades bien distintas. Las dunas han cobrado también ese nuevo color.

Cuando la carretera se acerca al océano, se abre ante nosotros un espectáculo terrenal. La calma y la paz del desierto, la cinta negra camino del Sur y un océano bravío que quiere ocupar el lugar que antes le había pertenecido, nada se mezcla, todo tiene su espacio, y nosotros, hay en medio como dos puntos en movimiento, vamos trazando nuestro camino.

Aquí no hay vida, todo es tremendamente hostil o al menos nosotros no sabemos observarla. Aquí eres conocedor de lo que significan las distancias y la solitud. Dejas atrás tu origen para buscar tu destino y te ves inmerso en un viaje tremendo, un viaje de pensamientos a ratos y de observación a veces. Hay ocasiones que desconectas y vuelves a ser tu tras kilómetros de asfalto.

Por fin pudimos disfrutar de una noche en el Sáhara, lejos de la ciudad. Pasado Boujdour decidimos tirarnos a las dunas y plantar nuestras tiendas. Fue en un momento donde el sol y la luna de daban la mano. Uno se zambullía en el horizonte y el otro saltaba hacia las estrellas. No hizo falta frontal para poder cocinar una sopa caliente y montar las tiendas, la luz de la luna nos hizo su compañía.

Hoy hemos salido de Dahkla camino ya de Mauritania, camino de tierra de nadie, ese mítico y ya desfigurado lugar hostil y tenebroso donde todo viajero africano acaba topando más tarde o más temprano. Dicen que la mitad de los 4 kilómetros de tensión y incertidumbre se han pavimentado hasta la mitad. Se verá, igualmente estar aquí en la habitación del simbólico hotel Barbas es como esa altísima comodidad casi occidental antes de sumergirte en la África negra, aquí ya avisan.....cuidado con los mauritanos que no son buena gente. Únicamente son diferentes, extremadamente pobres y sabedores que el viento y la arena nunca pararan de barrer su territorio.

Nosotros ya llevamos 7 días de convivencia y cada día la confianza va ganando terreno de forma natural. Nos vamos conociendo conforme pasan los días y seguimos nuestro Sur a nuestra manera. Rubén es muy observador, y todo lo investiga, para el todo es nuevo, y es una gran recompensa para mi el ver que este lugar le gusta y le enamora. África lo esta empezando a hacer suyo.

Yo he encontrado  en la moto mi lugar favorito para estar, es muy curioso, es como cuando viajaba en el Patrol, mi terreno, mi lugar, mi pequeña casita motorizada pero sin techo ni ventana. Hacemos kilómetradas importantes y creo que hemos inventado el Kama Sutra de posiciones en las que conducir una moto.

También hay lugares y momentos para el recuerdo y la melancolía, no creáis, por aquí siempre me ha acompañado la personilla que me espera en casa, y todo y que son momentos dulces, el llegar a un lugar familiar y ver que ella no está, produce cierta acidez en los ojos, y es bastante difícil no dejar escapar un suspiro o algo más.











Como tantas otras veces he contado, en esta ruta que baja al Sur, puedes encontrar todo tipo de locuras motorizadas con diferente nivel de cordura. La última tarde en el Barbas, mientras preparábamos la etapa del siguiente día, conocimos dos de estos lokos, dos auténticos tragamillas, dos verdaderos culos planos a bordo de dos transatlánticos de dos ruedas. Eran dos tipos de Jerez cargados hasta las cejas de cerveza y ron, y que pretendían hacer en 8 días, Algeciras-Dakar y vuelta. Dos tiarrones simpatiquísimos, llenos de anécdotas y que rompieron sobremanera nuestra concentración. Cerramos el bar del hotel.

Ya en el Barbas, ves un movimiento en la gente y en los coches, propio de películas sobre bandas de contrabandistas o de traficantes. Mercedes derrapando y saliendo a toda pastilla en dirección donde el diablo les dice, gente hablando en voz muy alta y pequeños cabecillas que parecen dirigir el cotarro, esta es la sensación o esto es lo que quizás nuestra mente nos hace creer, quizás nos previene de que estamos cerca de un terreno sin ley y sin orden.

Nuestro estar en el hotel Barbas fue agradable. Una a una fuimos conociendo las historias de los que habitan y trabajan en este lugar perdido de la mano de Ala. Es muy interesante, ya que acabas estrechando un pequeño vínculo que te hace llegar un poco a la persona y incluso te puedes permitir el lujo de hacer preguntas un poco delicadas, que sin ese punto de confianza, al menos para mi, sería imposible encontrar respuestas a tantas dudas sobre esta tierra. Opiniones y información sobre lo que ocurre en esta franja de tierra, sobre Marruecos y su rey, sobre el Sahara. Es muy muy interesante.

Por fin llego el momento de partir y ya, el que desde hace días que nos acompaña, estaba esperando nuestro marcha para ayudarnos a progresar, ese viento de Sur implacable que te avisa de su fuerza y se enfada en demasía cuando te ve tomar un rumbo diferente al suyo. Aterra, tumba la moto con suma facilidad hasta que te vuelve a suspender en su fuerza y de nuevo te acompaña en su infinito rumbo. Te hace ser pequeño y frágil.

Todo el camino lo hemos vivido con ciertísima incertidumbre. Sabíamos los kilómetros que nos faltaban hasta la frontera, éramos conscientes de donde estábamos por el gps, y aún así, cada antena, cada señal de vida, nos hacía pensar que ya estábamos llegando.

Al final, la señal inequívoca del aeródromo ya nos avisa que la obra va a empezar y que tenemos que saltar al escenario para interpretar.

La frontera marroquí no ha tenido más dificultad que la espera. Ir en moto te facilita poder pasar delante, no porque tu lo decidas, sino porque así te lo indican, y en nada de tiempo ya estábamos pasando al segundo acto, tierra de nadie.

Tierra de nadie, ya no es aquel lugar cargado de misticismo y de historias diabólicas de agujeros negros y minas asesinas, ahora se ha civilizado, adormecido, apaciguado. De los 4 kilómetros de auténtico caos de piedras y arenas, solo queda 1 kilómetro sin asfaltar. Marruecos ha impuesto su ley civilizadora y sin preguntar, asfaltó esos tres enormes kilómetros, enormes por lo que supusieron, y que ha hecho nacer una frontera nueva, una frontera entre dos fronteras, y que dudo que sea algo que se suela dar en muchos más puntos del globo.

Realmente es algo histórico, casi vimos nacer una nueva frontera, la del país Saharaui. La tensión esta y se palpa. En un montículo cercano desde donde se divisa toda la frontera, la inicial, la medianera, y la final, están los observadores internacionales, con sus lustrosos 4x4 blancos con la UN pintada en los laterales. Ayer unos viajeros en moto nos contaron que los Saharauis les hicieron quitar una pegatina de Marruecos de la moto si quería pasar por su frontera. Una anécdota más si cabe, pero algo a tener en cuenta y que indica el estado de alerta que existe en la zona.

Nuestro paso por la frontera Mauritana fue un pelín mareante, aquí, allí, esquivar algún ávido buscavidas y como final de obra, la hora que tuvimos que esperar porque el encargado de hacer los visados había tenido que ir a Nouadibou a buscar más etiquetas para la impresora. Es África, es así y como dicen los Marroquís.... una vez paséis por el arco ya estaréis en África y con nuestro vecinos los negros.







Hemos conocido un pequeño paraíso. Un lugar maravilloso, paradisiaco. Se llama Bahía de Etoile, creo que este es su nombre, y está a escasos kilómetros de la ciudad. Un lugar casi virgen donde
lo único que se puede encontrar es un camping llamado Douphine.
El camping esta bien, el cocinero tiene buena mano, pero lo inigualable es el lugar. De nuevo aquí puedes ver abrazarse luna y sol en un mismo plano, a la vez que ves retroceder la marea y contar, si puedes, todas las tonalidades de azules que tiene el océano en este rincón. Es un océano de aguas muy bajas, donde puedes pasear y perseguir a los cangrejos violinistas y desenterrar las escondidas conchas de los berberechos.

Pasear por el agua con una buena música en los oídos o  con el murmullo de las pequeñas olas mezcladas con el viento es un placer, una desconexión de todo, es un rincón de mundo donde quedarse una temporada y aprender.

Nos vino bien estar unos días relajados. Sin saberlo, nos venía encima la etapa reina del viaje, esa que es siempre la temida por el que la conoce y sabe que la ha de hacer y la destructora, desamparante y demoledora, para el que se inmiscuye en ese mundo de asfalto quemado, polvo, arena, viento y muchísimo calor sin conocerlo. Ha sido un infierno. 470 kilómetros del cielo al abismo, de playas paradisíacas a el Sáhara más contundente, de agradable brisa marina, refrescante y dulce a tormenta de arena, punzante, brusca, tórrida. Cruzarse con camiones era como si el mismísimo Judas te dejase claro que en cualquier momento te podría llevar con sus secuaces. Ha sido terrible. Una experiencia
motociclística que nada tiene que ver con visitar la montañas suizas o la costa Azul francesa.

Y de nuevo, la diferencia entre motocicleta y 4x4 se ha vuelto a poner de manifiesto, uno es un cansancio físico de agotamiento mental y físico, el otro por aburrimiento y falta de novedad.

Estos días han sido complicidad total entre ambos, mucha complicidad, la nacida de la naturalidad y la imprimida por ambos en pequeños gestos de felicidad improvisados, hermosos y humanos. El ir consiguiendo nuestro objetivos, el ir atravesando las pequeñas barreras que el viaje esta imprimiendo, hacen que poco a poco la amistad valla haciendo mella en al personaje desconocido. Solemos notar cuando el otro quiere silencio o cuando uno quiere hacer lo que al otro no le apetece. En cierta manera, el ser un desconocido y el no haber la confianza que se tiene con todo amigo, ayuda a que el viaje progrese de la manera más certera, siempre adelante y a la vez hace que sea un viaje de descubrimiento de una persona y de ti ante un desconocido.

A día de hoy, estamos en la capital de Mauritania, en Nouatchok, hace un calor horrible. Mañana partiremos hacia Senegal y de nuevo se abriran interrogantes de cual será la ruta a elegir. Destinos como Tambacounda, Casamance, Cap Spirring, empiezan a llamar en la ilusión del viaje. Ya os seguiré contando.

Muchísimas gracias a tod@s los que leéis la crónica y espero que sigáis disfrutándola, en especial la niña que me espera en casa.





Tengo un montón de historias que contar. Escorpiones, corrupción, empujones, alegrías, felicidad......

Os cuento una buena??, bajando de Nouabdibou a la capital Nouatchok, la previsión que teníamos era de poder repostar en la famosa gasolinera La Garde du Nord, es el ecuador de ese recorrido. 245 del Norte y 245 del Sur. Es la archiconocida gasolinera de la que tanto se habló allá por el 2009 por los lastimosos hechos que allí sucedieron. Es un lugar sin más, un agujero donde poder parar los motores, poder detener las ideas, donde frenar tus pensamientos y alimentar el estómago y la ansiada sed. Es un pequeño oasis, un pelín ingrato pero un oasis necesario y ansiado.

Pudimos llegar. Nos fundimos en un abrazo por haber llegado al ecuador de la etapa. Un sincero abrazo totalmente improvisado venido a la dureza del tramo. Realmente habíamos superado, yo creo, que lo peor del viaje.

Comida, agua y con un venga que solo queda la mitad, nos plantamos delante del surtidor que marca essence a esperar el ansiado líquido. Y oímos una aullido lejano y ronco que venía de la gasolinera, nos giramos y un desgarbado personaje vestido con un mono de trabajo nos dijo no con la cabeza. Ni se levantó de la cochambrosa silla que lo aguantaba.

No era posible, no podía ser, con lo bien que iba todo, y ahora este tipo nos dice que no. No era ya de por si suficientemente dura la ruta, que ahora nos quedábamos en pana por culpa de esto??

Mantuvimos la calma y empezamos a hacer cálculos. Inviable, todas las soluciones, nos parecían un avance con derrota segura. Desorientados y con caras de perplejos, así nos encontró nuestro salvador. Seguidme que os ayudaré, yo se donde creo que puede haber gasolina. Y efectivamente, los seguimos de nuevo en dirección Norte y a una velocidad como si no hubiera un mañana. Nos plantamos en el nuevísimo pueblo de Acerbi, un secarral con seres de otro planeta capaces de vivir en el peor agujero de este mundo y allí, en una gasolinera destartalada donde un único cartel, marcaba la existencia de diesel, encontramos el alimento para las motos, en el mercado negro de la gasolina, la más cara que jamás alla pagado, y la de peor calidad que jamás alla consumido, y todo despues de un cruel y despiadado regateo con un más aún implacable y desalmado personaje salido de algún cuento de terror.

Nos despedimos de nuestro anónimo salvador, un Mauritano inmenso, con cara de bonachón que viajaba a Nouadibou por negocios, y que incluso se ofreció a ayudarnos económicamente con la transacción.

Otra más que contar. Le dimos al botón de start y en otras tantísimas horas de tortura nos plantamos en la capital, no sin antes, gritar de alegría dentro del casco, satisfechos por poder seguir rumbo Sur y poder seguir viviendo nuestro viaje y nuestro sueño.

Difícil de creer pero divertido de vivir. Así es mi África, cariñosa y dulce a veces, despiadada y loca en otras.








En la capital, nos instalamos en el famoso y mítico aunque ahora destartalado y sucio Aubergue du Sahara. Lo conocí en otros tiempos y en otro estado. No lo recomiendo en absoluto. La atmósfera de viaje y de aventura se ha convertido en cucarachas, suciedad y traficantes de coches. Hay muchísimas opciones mejores donde poder pasar la noche sin tener que estar rodeado de gente extraña.

Teníamos pocas cosas que hacer y todas ellas fueron sucediendo entre cómicas y sorprendentes. Recuerdo que una de las cosas que apremiaba hacer, era cambiar dinero para seguir bajando. Claro esta, que lo normal es hacer esta operación en un banco y que mejor banco que el nacional de Mauritania, para que irnos a uno pequeño ..... pues cual fue nuestra perplejidad cuando el pequeño personaje al otro lado del cristal nos dice en voz alta y clara: iros a buscar cambio al mercado negro, os harán un mejor cambio para vosotros. Pues así lo hicimos y en cinco minutos ya teníamos el bolsillo más vacio de euros pero la cartera más llena de Ouguillas, y con otra historia curiosa que contar.

La capital de Mauritania, es un fárrago, una anarquía. Conducir por el centro de la ciudad con una moto es un actividad extrema. No puedes titubear ni un segundo, no puedes dudar. Realmente, si tienes problemas para dejar de pensar, esta ocupación te librará del martirio. O estás atento viendo la trayectoria de lo que se te echa encima o das con el culo en el suelo seguro. Es tan exagerado que los taxistas no se amilanan en golpear a otros taxistas en busca de la ansiada carrera. Están muy locos.

Ciertamente, abandonar Nouatchok no fue triste. Es una ciudad muy de paso. Un obstáculo más en tu camino al Sur. Realmente pienso, que un año, únicamente me ocuparé a visitar este país, y descubrir sus tesoros, que seguro que los tiene. El Este tiene que ser interesantísimo. Muchas veces me distraigo mirando con atención esa parte de Mauritania que no conozco. Atar. Chinguetti, Zouerat, son ciudades y destinos que llaman a mi ansiada necesidad de conocer, y las rutas que se encaminan a estos lugares, son caminos épicos, donde puedes encontrar esa anhelada aventura.

La bajada hasta Diama fue bastante menos dura que la etapa anterior, por un lado porque eran menos kilómetros y por otro porque los últimos kilómetros transitas por el Parque Nacional de Dawling. Es en esta zona donde esta la famosa pista de Diama que acaba en la presa con el mismo nombre y que detiene las aguas del rio Senegal. En este parque pudimos disfrutar de manera improvisada y como si de un safari se tratase de la visión de multitud de facoqueros, algún chacal, y cocodrilos, aparte de una cantidad infinita de diferentes tipos de aves. Es naturaleza tal cual se creó y casi casi sin las manazas del ser humano. Es un muy buen lugar para estar unos días paseando y disfrutando de la visión de la fauna salvaje.

Ese día fue exquisito. Con la motos descargadas, nos dedicamos a recorrer las innumerables pistas que recorren el parque y sorprender a los animales que se acercaban a beber. Era maravilloso verlos. Parábamos las motos y con el único murmullo de la brisa y en absoluto silencio, te quedabas pasmado mirando como ellos hacían su vida, unos pastando, otros chapoteando en el agua, y algunos lanzándose en picado en busca de su pescado favorito, éramos espectadores de lujo de naturaleza viva.

También hubo tiempo para otro tipo de diversión, esta un poco más salvaje. Muchas de las pistas, eran auténticos ríos de arena, verdaderas trampas que te hacían temblar los nervios y olvidar tus miedos o ver como estos te abordaban y te hacían cortar el gas. Eran auténticas peleas entre la valentía y la prudencia. Lo cierto es que, por la edad, por la inexperiencia, o por la precaución, estaba más tiempo salvando la arena de la manera menos elegante posible que de pie sobre la moto y imprimiendo la necesaria velocidad para salvar el obstáculo. Tengo tanto que aprender.

Tocaba seguir el viaje. La frontera estaba a escasamente 15km y Senegal ya nos estaba reclamando. Quería de nuestra visita, quería enseñarnos cosas diferentes, mostrarnos el color negro, el verde y el color azul. Quería explicarnos como es esta parte más africana de África, presentarnos a su gente y a su roja tierra.

Pero antes tocaba pasar por la frontera de Diama, una frontera que descubrió convertirse en un gran hueso. En la siguiente crónica explicaré con pelos y señales que ocurrió en esta "dócil y manejable" frontera.
 




Nos íbamos aproximando a la frontera de Mauritania con Senegal. Atrás quedaba el Parque Nacional de Dawling, su paz, su tranquilidad y sus espacios, nos habían llenado de fuerza y energía.

Teníamos una sintonía perfecta con el viaje, nada absolutamente nada había quebrado nuestro ritmo. Ciertamente, estaba empezando a pensar que iba a ser el viaje que había planeado, un viaje placentero y sin ningún tipo de percance a destacar. Aquí en casa, junto con Rubén, estuvimos comentando la posibilidad, ya conocida, de que en algún lugar o en alguna frontera, policías corruptos, nos quisiesen “clavar” alguna “mordida”. Dejamos claro, que si esta situación se presentase, nos negaríamos en rotundo a caer en las redes facilonas de perder la billetera y .......

Y andábamos sobreaviso, los moteros de Jerez, con los que nos cruzamos, ya nos dijeron que tuvieron que soltar 10 euros por cada sello de salida en la frontera de Diama, y que la broma les costó en total 85 euros, esto incluía, el levantamiento de la barrera, el laissez passe de las motos, visa.... y 30 euros por persona  en “tufos”. Nuestras intención era pelear a capa y espada. Lo legal es legal y lo otro.....

Y así, con la cabeza fría, fuimos quemando los 15 kilómetros que quedaban hasta nuestro destino. La famosa frontera de Diama.

En la primera garita, control de policía, solo nos pidieron la ficha. Ningún problema. Fueron gentiles, recogieron la ficha y siguieron mirando el partido de fútbol.

En la segunda garita, control de aduana. Al entrar, un hombre vestido de policía nos indica que tenemos que pasar al interior de otra habitación y allí, tumbado en una cama estaba el "liante".

Era un tipo con el uniforme bien planchado y bastante impecable de aspecto. Se levantó de su siesta y se sentó en la silla de su cuartucho. Lo cierto es que no tenía para nada el aspecto de ser el personaje en el que luego se convirtió.

Pasaportes, papeles de las motos y 10 euros por favor. Ese fue su discurso y ese fue el detonante. Los dos nos miramos y como si lo estuviésemos esperando, le dijimos que ni hablar, que eso no era correcto, que nosotros salíamos del país y que ese dinero no se tenía que pagar.

Y ese fue también el detonante para el personaje, le cambió la cara. Su gentileza se fue por el agujero del váter y sus buenas maneras marcharon como si el viento del Sahara hubiese descendido a un Sur que no le pertenece.

El tipo se volvió a tumbar en la cama y nos dejó plantados sentados en las sillas. Increíble pero cierto. Un tipo duro, imperturbable. La bravuconada duró 10 minutos. El silencio se apoderó de la salita. Al cabo de ese tiempo, saltó de la cama, paró las luces, el aire acondicionado y empezó a pegarnos gritos para que nos largásemos de allí.

Nosotros le decíamos que no marchábamos hasta que no tuviésemos nuestros sellos de salida. El ritmo se fue acelerando, los gritos alcanzaron un nivel sonoro considerable. Rubén imperturbable y yo con mi cantinela de francés íbamos ganando terreno. El enfado del personaje iba creciendo y empezó a "invitarnos" a salir ya de muy malas maneras.

A todos se nos estaba yendo el tema de las manos. El policía llamó gritando al otro policía para que le echase una mano y echarnos de la salita y conmigo casi lo consiguió, cometí el error de levantarme y ellos lo aprovecharon para a empujones sacarme de la habitación. Rubén seguía sentado en la silla con cara de "no me puedo creer lo que estoy viviendo".

El policía a gritos decía que nos fuésemos, que no pasábamos a Senegal. Le pedí que me dejase hablar un minuto y a ver si de esta manera conseguíamos calmar un poco los ánimos, y más o menos se consiguió. Volvió a sentarse en su butaca y al cabo de un minuto soltó la frase lapidaria de: "vosotros no vais a pagar pero cuando volváis a España, les decís a los turistas que habéis pagado". INCREIBLE.

El típo reconoció que cobraba 10 euros ilegales, que era un corrupto como la copa de un pino, y que no nos chivásemos de que aquí, esos 10 euros no se habían de pagar.

Le hicimos jurar por Alá que si pasábamos las motos por la barrera, no las inmovilizaría, era nuestro miedo. Y el tipo me dio su palabra de que lo único que teníamos que hacer era pasar la barrera, entrar de nuevo y el nos pondría el dichoso sello. Su palabra se mantuvo y superamos la primera prueba.

La siguiente garita también íbamos avisados de que querían su mordida y nuevamente el jefe de policía nos declaró su amor por nuestro dinero y nuevamente y ya sin tanta batalla, rápidamente quebró en su intento. Imagino que desde su garita, escuchó la que se lió en la del vecino.

Y por fin estábamos atravesando la famosa presa de Diama. Es un lugar enigmático, lleno de vida y que significa la vuelta de la ilusión por conocer otro país nuevo, otra cultura y otras gentes.

De nuevo estábamos pletóricos de fuerza. David venció a Goliath. Fue un tema de información. Saber que otros viajeros habían conseguido pasar las barreras sin soltar un euro, nos daba el arma secreta y definitiva para plantarte y decir NO. No se puede ayudar a la segunda peor enfermedad de este continente.

Rubén me confesó que se lo había pasado bien, yo, no tanto. En verdad, todos interpretábamos un papel. Fue un pulso a caraperro. Esta vez vencimos, pero el viaje acababa de empezar como aquel que dice y ahora realmente estamos en el África de los asuntos turbios, donde el tiempo se para y tu siempre andas con prisas.

Si decidís actuar de la misma manera, mantener la calma, dialogar y no penséis en el tiempo y si resolveis pagar por el motivo que sea, no os sintáis mal, no os lamentéis. A nosotros nos ha costados unos cuantos “tufos” poder llegar a perder el miedo a decir que no.






Y despues de la tempestad........ llegó Saint Louis. Tremendísima ciudad. Es bonita, antigua, repleta de magia y colonialismo. Pasear por sus calles es como marchar a tiempos antiguos. Coloreada, a momentos ruinosa, a ratos esbelta y bella. Cuando nosotros la visitamos, estaba inmersa en los preparativos de su festival de Jazz de Saint Louis.

Su puente pleno de vida, su mercado, un alboroto de correrías, luminosidad y color. Es simpática y divertida. Además el contraste entre el ultramundo marrón, duro y ventoso de Mauritania todavía le dio como más fuerza a esta ciudad, a este país. Había llegado el agua, el verde, la simpatía, las miradas pícaras, el hablar sin ningún pudor y sin ninguna vergüenza. Las mujeres, libres de oscuridad y repletas de color son las que engalanan esta ciudad y este país. Es tremendo. Es una nación feliz y orgulloso.

Y también, aquí en Saint Louis llegaron las primeras Flags, esas refrescantes cervezas fabricadas en Dakar y que inauguraron la primera noche en Senegal. Perdimos unas horas en la nocturnidad de la ciudad, sentados en el portal del famoso Hotel du Palace, fumando un cigarrillo, enfriando nuestro interior con una cerveza y observando el ir y venir de la ciudad.

Un auténtico lujo, sencillo y placentero.

De nuevo el viaje era una diversión. Nos sentíamos dos guerreros vestidos de moteros. Recordábamos el lio de la frontera, cada detalle de la historia fue apareciendo durante las largas charlas entre cerveza y cerveza. Recordamos la encajada de manos feliz y sincera que nos dimos unos kilómetros después. La unión hace la fuerza, y realmente aquellos dos desconocidos que se juntaron en el puerto de Barcelona, decididamente ya no eran anónimos, habíamos tenido que juntar fuerzas, recursos y sabiduría para seguir nuestro viaje hacia Gambia y superar un palo en la rueda.

Que carajo nos estaba esperando más al Sur, que con tanta fuerza nos estaba atrayendo? Serían nuevos paisajes, atrayentes historias que escribir, extraños líos o el gusto de viajar por viajar y conocerse aún más? 




Y llegaron de nuevo los recuerdos con nuestra llegada a otro icono aventurero venido a menos por sus precios, el famoso Zebrabar. Recuerdos porque allí donde miraba, me venían a la mente, escenas que había vivido aquí con mi mujer y venido a menos porque se ha convertido en un lugar exigente a nivel monetario. El suizo que lo regenta, al parecer, se ha querido dirigir hacia una clientela más afín a la plata que no a la aventura y en sus precios queda demostrado. Los personajes que ahora te puedes encontrar, quedan ya lejos de aquellos seres que llegaban cansados y exhaustos en busca de unos de aquellos oasis de los que os hablaba al empezar a escribir

Igualmente, nos permitimos el lujo de dormir en uno de sus preciosos bungalows y disfrutar de la caída del sol a orillas del rio Senegal. Es exótico y relajado y todo un placer para los sentidos disfrutar del líquido frío y espumoso de una cerveza mientras ves zambullir nuestro astro rey en su inmenso océano. El Zebrabar se encuentra en un lugar privilegiado, situado en la Lengua de Barberie, el rio Senegal baña la orilla del continente mientras una barrera de arena natural lo guía hacia su salida al océano. Es un espacio insólito al Norte de Senegal y un lugar, que junto a Saint Louis son visitas obligadas si se está haciendo una travesía hacia el Sur.

Que viaje y cuantas historias que contar. Tan pronto surgían risas, tan pronto surgía el silencio. Así eran y todavía hoy son, nuestras charlas.

Del Zebrabar pusimos rumbo a la archifamosa ciudad de Dakar y que diferencia. Es la capital del tumulto, el atropello y la prisa. Fea, sucia y desgarbada esos son los adjetivos que me salieron en su momento cuando pensé en como describiría esta ciudad. La aventura nocturna quedó plasmada en una tentativa de paseo que se me ocurrió dar. El guarda del hotel me sugirió una serie de reglas de seguridad que cumplí a rajatabla y todo fue como yo esperaba, pero no sin tener que esquivar a varios buscavidas nocturnos en busca de mi encuentro con la lámpara mágica o la alfombra voladora a cambio de vaciarme un poco la cartera. Inofensivas personas.

Y una grata sorpresa fue para ambos la visita a otro icono aventurero. Un lugar que desde muy pequeño oía cada primeros de Enero en la televisión de casa y que me en velesaba y me hacía soñar con vivirlo o con por lo menos verlo alguna vez. El Lago Rosa del Rallye Paris-Dakar.

No es el lugar que todos esperamos encontrar. En si, es un lugar cargado de carisma y misticismo, donde tienes que intentar imaginar lo que para muchos significaba ver las aguas de este lago, un lago que ciertamente tiene esa tonalidad rosada que el fondo salino le infunde. Es un lugar bonito, sencillo y tranquilo.

Estaba siendo el viaje de las sorpresas en todos los sentidos. Asombro primero por la relación humana que estábamos teniendo ambos, a día de hoy y aquí en el confort de casa, seguimos estando en contacto y planeando nuevos viajes a lugares lejanos. También fascinación por darme cuenta que me faltaba y falta mucho por conocerme, antes de partir, reconocía que no tenía muchas esperanzas en que la convivencia llegase a buen puerto. Igualmente desconcertado por pensar que no tendría nada de especial recorrer este hermoso continente en una motocicleta, iluso de mi lo que he descubierto. Todo ha sido un revelación.

Ha pasado tiempo desde mi regreso y no hay hora o día que no se me valla la mirada a algún mapa, alguna foto o a algún recuerdo de este viaje. Esta mañana, hablando con mi mujer sobre todo esto, he notado esa acidez de emoción en los ojos, ese nudo en lo más profundo que con intensidad y en silencio te pide volver a ser tu mismo y volver a marchar. Creo que llega un momento en toda persona que acaba encontrando su lugar, y cada vez más, nosotros creemos que ese es el nuestro.





Nuestro aventurón motero continua. No penséis que en Dakar acabó la historia, que va.

Las etapas largas, las grandes tiradas, aquellas que empezaban con la salida del sol y acababan cuando los dos astros se daban la mano, ya habían acabado. El final del viaje ya estaba asomando el hocico o más bien, nuestro destino estaba ya bien cercano en kilómetros. Ahora se trataba de disfrutar de rincones, de gozar con la compañía y deleitarse en bonitas puestas de sol, abrir bien los ojos al mirar a la gente y destapar los oídos para escuchar historias. Vivir esta África tan intensa, tan potente y tan sana.

Pocos kilómetros para llegar pronto a destinos marcados a mano alzada la noche anterior sobre el mapa. Lugares que para ambos eran desconocidos pero que sobre la carta, nos parecían destinos exóticos. Por supuesto que si, estábamos sobre dos motos en Senegal. Era impropio no disfrutar.

Marchamos hacia el Delta de Saloum, una zona preciosa, virgen, y casi deshabitada, marcada sobre el mapa en un verde manglar, un verde selva intenso. Nos pareció interesantísimo acercarnos y huir de las carreteras de locos que abundan por estos lares. Además la ruta estaba aderezada con algún tramo de pista y el cruce del río en transbordador. Marchábamos de Dakar y su modernísima autopista hacia Foundiougne, una pequeña aldea pesquera a orillas de uno de los grandes rios que riegan este delta. Es increíble el contraste, en 100 y pico kilómetros pasas de lo más ON  de Senegal, a lo más OFF, es como circular encima de la máquina del tiempo y retroceder 100 años atrás.

Y como he dicho, al ser distancias cortas aunque costosas de trajinar, nuestra llegada, casi siempre coincidía con la hora de comer, y esto, aquí en Senegal era sinónimo de pollo con patatas y verduras bien cocinado y una riquísima cerveza fresca. Senegal estaba siendo lo que necesitábamos en ese momento que fuera. Un país repleto de buena vida, buena gente y divertidas travesía y aventuras.

El lugar donde nos hospedamos esa noche era increíble. Un campamento con cuatro bungalows y un bar que hacía las veces de centro social, y a las orillas del rio. Orientado al Oeste, no teníamos ni que movernos para disfrutar de los maravillosos colores de la puesta de sol. Buscar un sitio donde estar tranquilos y dejarnos inundar de recuerdos, pensamientos, sensaciones y sentimientos, fue la única cosa que hicimos ese día. Vimos marchar a los pescadores que pasaban por delante nuestro, camino de su faena con las primeras estrellas, nos saludaban y nos hacían sentir invitados de lujos de su regular marcha. Otro lugar maravilloso.







Le he dado vueltas y vueltas a la decisión de publicar el siguiente día de nuestro viaje. Lo que sucedió, marco tanto mi viaje que sin explicarlo, no encontraba continuidad al relato. Hablé con Rubén y le pedí consejo, el me aconsejó no contarlo por que igual asustaba a los posibles viajeros a hacer algo parecido, pero pienso que no puedo relataros que estábamos de una manera cuando realmente era todo lo contrario, sería no hacer honor a la verdad y además tendría la sensación de estar fallándome a mi mismo y a vosotros.

Como ya han pasado dos meses del viaje, el tiempo se ha encargado de relativizar lo ocurrido. Cuando lo explico, ya no tiene ese "punch", ese "golpeo", con el que a mi me dejo KO. Por suerte, lo escribí al cabo de dos días de suceder, y las sensaciones, en ese momento, estaban a flor de piel, dolían, escocían y hoy cuando lo he vuelto a leer para escribirlo aquí, me han venido de nuevo a la mente recuerdos y situaciones que espero no volverlos a vivir jamás.

Si ofende a alguien pido disculpas, si se malinterpreta algo pido disculpas, pido disculpas a Ruben por no seguir su consejo, pero para mi es importante ceñirme a lo sucedido y no inventar sensaciones que no tuve. Y por favor no dejéis de hacer lo que os gusta por leer una experiencia de una sola persona. El resto del viaje fue digno de vivirlo 1000 veces y solo este momento, lo hubiese borrado de nuestro viaje.

Esta tal y como lo escribí aquel día

EL PEOR DIA

Ayer, creo que fue unos de los peores días, no ya de este viaje, sino creo que de todos los viajes que he hecho.

No se por donde empezar a contarlo. Quizás, o por lo menos yo es lo que necesito, explicar como me sentí y como después con el paso de los kilómetros y en el ferry de Barra me fue explicando Ruben.

Supongo que la palabras serian miedo, indefenso, acorralado, y frágil. Lo de ayer me dio fuerte, muy fuerte. No creía que el ser humano podría llegar a ser tan mezquino, duro y implacable, tan listo, tan cruel y que valiéndose de su posición, pudiese controlar de la manera como la hicieron, la vida de Rubén y la mía.

Fueron cuatro tipos, cuatro policías del departamento de drogas de la frontera entre Gambia y Senegal los que se encargaron de hacernos sentir unos gusanos a los que pisar, los que consiguieron que me plantease cosas que nunca antes me había planteado, los que lograron arrebatarme, por un momento, la ilusión por volver a viajar por África.

Nos pidieron que les mostrásemos lo que llevábamos en los botiquines, y hay fue donde uno de ellos encontró cuatro Diazepanes. Hay, en ese momento fue cuando la justa cordialidad existente entre ellos y nosotros se partió, se quebró. Buscaban su mordida y la habían encontrado. Ya éramos presa de sus garras, y ahora empezaba la sangría.

Nos decían que eso en Gambia estaba prohibidísimo, que era una droga y que había cometido un delito al intentar entrar en el país con una sustancia no declarada, nos preguntaron si teníamos receta de dicha droga y que era la única manera de justificarlo.

El volumen de sus voces y su rotundidad, mostraban el nivel de gravedad que estaba cogiendo el asunto. Nos indicaron que los siguiésemos. Atravesamos un patio que llevaba hacia otra sala y al entrar, chocamos con la oscuridad de una salita diáfana con una silla y una mesa y donde nos esperaba el jefe de esta cuadrilla de mal nacidos. Ahora ya éramos carne de cañón, estábamos en la guarida del lobo y de aquí ya si que no había escapatoria.

Una y otra vez le decían a Ruben que yo estaba detenido, que había cometido un delito al intentar entrar drogas al país y que la única manera de arreglar aquel asunto era ir al juzgado de Banjul y esperar. Decían que yo no podía irme de allí, que el si quedaba libre pero que tenía que hacer las gestiones para mi liberación. Imagino que a estas alturas de la historia, ya habréis imaginado por donde iban los tiros, así que después de más o menos una hora de pasarlo tan mal como nunca lo habíamos pasado, Ruben y yo decidimos tirarnos a la piscina para intentar salvar un poco la situación.

Ninguno de los dos es tonto pero os puedo asegurar que la situación se nos iba de las manos por completo, nos superaba, éramos como un barco sin timón, y en el peor mar del mundo. La situación era como un tobogán con subidas y bajadas, tan pronto todo se relajaba un minuto y parecía que se abría la ventana a nuestro viaje como se cerraba con un portazo y te tiraba a un pozo oscuro. Todos era un subir y un bajar rotundo, sin pellizcos de esperanza.

La decisión estaba tomada y les ofrecimos dinero por mi liberación. Y hay empezó otra agria discusión. Tenían tan bien marcado el papel de cada uno...... tan bien, que resultaba hasta asquerosamente descarado. Poli malo y duro, poli estricto con las reglas, el jefe responsable y cercano, y el grande y intimidatorio.
Empezamos con 100 euros, lo que por el semblante del jefe, le tuvo que resultar ofensivo, Rubén le enseño los billetes pequeños que llevaba en su cartera y todos al unísono dijeron que no, que aquello era una ilegalidad y que estaba penado con tres años de cárcel. Entonces Ruben, certeramente dijo 200 euros y esa fue la cifra que me liberó de aquellos hijos de mala madre.

Antes, se aseguraron de intimidarnos todavía más, diciéndonos que no podíamos hablar con nadie, que si hablábamos irían a por nosotros. Rellenaron un papel con nuestros datos y nos lo hicieron firmar a ambos. Y es más, como no tenía todo el dinero encima, me dejaron llegar a la moto pero dejándome claro que nadie, nadie, te puede ver cogiendo dinero de tu equipaje. Al dárselo, lo escondieron rápidamente debajo de un libro de registro. Que asqueroso era todo. Quería matarlos, quería que ellos pasasen por lo mismo que estábamos pasando Ruben y yo. Quería mal para todos.

Sonrieron. Les cambió el semblante, de nuevo eran cordiales y serviciales, estrecharon nuestras manos y nos informaron de nuevo, que en tooooooooda África se hacen estos controles, que en Gambia las drogas están prohibidísimas y que ellos son los encargados de este control. Puta ironía, y quien se encargará de la corrupción??

Llamar a la embajada? negarnos y jugar al mismo juego y ir de farol? hacernos los suecos y esperar a aburrirlos?. En ese momento notaba el corazón como me daba golpes en el pecho, y como si, estiraba mucho la cuerda, podría acabar la historia peor. Al final mira, el orgullo por los suelos y la cartera más vacía, pero lo que más dolor me aflige es que por un momento dejé de creer y querer en viajar.

Os puedo asegurar que los Diazepanes eran lo mínimo que llevaba, tomé la precaución de llevar muchas más cosas que suelo llevar en nuestros viajes, ya que se juntaban varios factores, África y sus hospitales, ir en moto, la ayuda que en el mejor de los casos esta a 200km y que por el ámbito de trabajo por el que yo me muevo se que, con según que, se puede lidiar un poco con el dolor hasta que un servicio médico llegue. Si hubiesen encontrado lo "otro", me hubiese ido directo a la cárcel, os lo puedo asegurar.
Si lo llevas, lleva receta, y sino la puedes conseguir no lo lleves. A mi, era la primera vez que me ocurría algo así pero aunque no este para estar positivo, es otra lección aprendida.

A los diez kilómetros de aquel horrible lugar, paramos las motos debajo de unos grandes arboles de Mango y lejos de cualquier pueblo, cavamos y enterramos todas las medicinas que llevaba.

Sigo asustado, supongo que el día que este dentro del avión y volando camino de casa, este miedo que ahora tengo se disipará.







Vamos un poco derribados, un poco escorados después de la experiencia en la frontera. Ya hace algunos días y todavía cuando nos paran en un inofensivo check point, nos esperamos lo peor.

Gambia para nosotros no será nunca la famosa "tierra prometida", ese oasis de país donde nunca pasa nada. Aquí todos te dicen lo mismo, "aquí no pasa nada", "aquí no problemo". Y es del todo cierto, solo hace hace falta alejarse un poco de las ciudades y meterte de lleno en el mundo rural, para darte cuenta de que no pasa nada, de que como en toda África, la gente es el valor de este continente.

Pero a nosotros nos han dado justo donde un barco de hunde. Demasiado intenso y despiadado. Un golpe devastador.

Hemos pasado un par de días en el pueblo de Sukuta, en el famoso camping Sukuta Camping, y la estancia ha sido revitalizadora. Hemos podido negociar el precio de las motos, y será el dueño el que se las quede. Son dos grandes motos y ahora tendrán un futuro incierto.

Y en estos momentos estamos dando la vuelta a Gambia por la Transgambiana, una carretera en perfecto estado y que va de Banjul hasta el final del país por el Sur y luego hace lo mismo  por el Norte. Paulatinamente vas descubriendo este minúsculo país rodeado de Senegal. Es muy fértil, su eje de vida es el rio que lleva su nombre, y es un gran rio, caudaloso y llenísimo de fauna y flora.

A la que se abandona la zona de más vida cercana a la capital y vas marchando para el Este, las comodidades disminuyen. Cuesta encontrar sitios para dormir y comer y donde nos metemos o donde al final acabamos el día, suelen ser el único establecimiento en muchos kilómetros. Aquí el concepto limpieza y higiene toma otros valores y o los has de aceptar. Pero en eso consiste un viaje verdad?? En saber hasta donde, en esta ocasión, estas dispuesto a llegar, a conocerte mejor y a ver de que eres capaz.

Rubén, esta siendo el mejor compañero de viaje que uno se pueda imaginar. Es su primera vez en África y es seguro, eficaz, resolutivo, da confianza y os aseguro que no se amilana por nada. Es un tipo acostumbrado a las comodidades que tenemos todos en la gran ciudad, en el primerísimo mundo y poco a poco se ha ido quitando pudores y costumbres y resignándose a lo que aquí hay, y lo ha hecho de manera elegante y sin remilgos, aceptándolo de la manera más natural. El sabía a lo que venía. Otro estoy seguro que después de la "historia", hubiese tomado un avión y se hubiese marchado a la seguridad de su casa. El sigue aquí, con su música, sus miradas perdidas al paisaje, sus pensamientos....
Siempre sonríe, aunque la situación no sea la más idónea. Está conociendo la verdadera África, esa que no sale en las noticias y periódicos y que te arrebata el corazón para siempre.





Y como todo viaje que empieza con ilusión, ganas y ansias por descubrir, este se acaba con las alforjas llenas hasta más no poder de recuerdos, grandes experiencias y la esperanza que más pronto que tarde, nos volvamos a juntar Rubén y yo de nuevo camino de otra gran aventura.

Nuestro recorrido por la hermosa Gambia, acabó en Georgetown o Janjanbureh, que es el verdadero nombre de esta pequeña aldea a orillas del rio Gambia. Aquí era donde los esclavos traídos del interior de la África del Oeste, eran almacenados y luego embarcadas hacia Banjul y de aquí a un futuro horrible camino de América. En esta aldea quedan muchísimos vestigios de aquella época que bien merecen una visita y a los que pueblan esta tierra, gente hospitalaria y amable, agricultores o pescadores la mayoría, humildes y capaces de cualquier cosa parar tirar hacia adelante, se les nota ese puntito de resentimiento cuando te cuentan historias de sus abuelos. Es escalofriante lo que aquí se hizo.

Ya con la cabeza de nuevo bien amueblada y metidos de nuevo en el viaje, nos dedicamos a ver pasar el tiempo y el rio. Cada mañana veíamos nacer el día y cada tarde su generosidad nos regalaba un baño de esa luz vital y enérgica. Qué magia tiene esta luz, que con una buena música te hace viajar a las antípodas del lugar donde te hallas o te hace revivir instantes repletos de intensidad? A qué conocéis la sensación? dan ganas de comerte el mundo a bocaos.

No pudimos estar de zambullirnos en las marrones aguas del Gambia, nadábamos junto a un enjambre de críos que jugaban con unas chanclas que lanzaban unos metros más allá. Aquí todavía se le da valor a las relaciones sociales, los niños juegan entre ellos y los adultos se pasan horas y horas hablando. Es lo único que tienen porque aquí la electricidad es un bien casi inexistente y cuando la jornada acaba, bajo unos mangos, o bajo una uralita, los hombres se agrupan y las mujeres bajan al rio a lavar las prendas para el día siguiente. Este es el día a día de esta gente, ajena totalmente a todo, desconectada del resto del mundo y de las noticias que corren a la velocidad de la luz. Para ellos lo importante es su cosecha y que su rio les siga dando peces, que sus críos tiren hacia arriba sanos y que alguno, en el futuro, pueda adelantar a su padre. Nada más. Es una comunidad donde todos trabajan para un fin común.

5 días después ya volvíamos al Camping Sukuta. Repletos de nuevo de energía, teníamos ante nosotros la agria misión de despedirnos de nuestras hermosas, fieles y verdaderas protagonistas de esta aventura. Esas dos motos que juntaban entre ambas casi 60 años, no solo nos han permitido marcar una linea en otro mapa colgado de la pared, han sido las que nos han permitido adentrarnos en este inmenso continente, encontrar y disfrutar de sus entresijos y sin rechistar, pasearnos hasta este dignísimo país que es Gambia. No se escapo ninguna tímida lágrima, nuestro lenguaje hacia ellas, fue, durante todo el viaje, el cuidado y el mimo en que todo estuviese controlado y tenerla como la herramienta que nos permitía acometer un sueño. A día de hoy, y cuando veo lo que hicimos, si que se me inunda el pensamiento de momentos y si, a día de hoy, ese aluvión de sensaciones llega a enrojecerme los ojos. Fue el viaje, las motos, Rubén, África, la mezcla de lo más auténtico, lo que hizo que todo fuese como acabó, siendo un viaje inolvidable.

Y ya en el aeropuerto, de nuevo el señor miedo se plantó ante nosotros. La inexperiencia, la desinformación, el infortunio, hacía que andásemos con mil ojos ante cualquier historia que pudiese surgir. Y...... que ocurriría si descubriesen que entramos por tierra en moto y volvemos volando en avión? nos dejarían marchar o .........  preguntas preguntas y más preguntas. En el momento de hacer Ruben la salida por la ventanilla donde te sellan la salida, la guapísima policía le dijo con una hermosa sonrisa  "habéis entrado por tierra verdad??? os ha gustado??", hasta aquí llegó mi paranoia por lo que ocurrió días atrás.

Cuando notamos el estómago bajar de sopetón mientras el avión tomaba altura, Ruben y yo nos miramos y sin mediar palabra, nos lo dijimos todo. Había sido la mayor de las aventuras, la mayor de la vivencias, de las más intensas, de las que te transforma en otro ser.  Allí se queda una persona que no conocías, auténtica, capaz de todo. Allí en África se queda tu alma, la aventurera, esperando que vuelvas y sigas descubriendo más Sur, más desconocido.